Según los datos de la Fundación Europea del Trabajo, el 37% de los trabajadores han manifestado que realizan trabajos repetitivos, y el 28% de los encuestados consideran que sufren de estrés.
A pesar de que los efectos más conocidos del trabajo repetitivo son trastornos musculo-esqueléticos, éstos tienen un gran significado desde el punto de vista psicosocial.
Trabajo repetitivo significa también poca variabilidad de tareas, escasas oportunidades de aprendizaje, pocas cosas que decidir, monotonía y por lo tanto también frustración.
Existen estudios y experiencias que muestran que las evaluaciones de riesgos relacionadas con los trastornos musculo esqueléticos deben considerarlos aspectos psicosociales del trabajo y no sólo los ergonómicos, de lo contrario se llega a conclusiones erróneas que derivan en acciones de prevención inadecuadas.
Las demandas del trabajo vienen determinadas por las exigencias que supone para el trabajador, y son de naturaleza fundamentalmente psicológica (ritmo, nivel de atención y concentración, responsabilidad), aunque también tienen una dimensión física (esfuerzo físico, trabajo muscular, postura de trabajo)
El modelo demanda – control define cuatro grupos de ocupaciones: activas (alta demanda, alto control), pasivas (baja demanda, bajo control), de baja tensión, (baja demanda, alto control) y de alta tensión (alta demanda, bajo control). El estrés en el trabajo es entendido como un problema organizacional – trabajo estresante – y no individual – trabajador estresado.
La frustración del trabajo repetitivo genera en la mayoría de trabajadores unos niveles de agresividad superiores a cualquier otro trabajo, y como mencionaba antes no solo a nivel físico sino también emocional.
Hace algunos años mantuve una conversación con un médico de una empresa del automóvil de Vigo, y me comentaba que la cadena de producción generaba unos comportamientos de agresividad que él como médico de empresa no había visto antes en ningún otro entorno de trabajo.
Me decía por ejemplo que los trabajadores descargaban en muchos casos esos niveles de agresividad cuando acudían a los baños, reventando las cadenas de los servicios. Ante esta problemática la empresa cambió el sistema de cisternas y en lugar de ser accionada por cadena, era por botón sobre el depósito, y al poco tiempo tampoco este sistema no funcionó ya que aparecían rotas y reventadas de empujar con furia.
Después de mucho pensar en un sistema que no fuese muy factible de rotura, idearon que el botón estaría en la pared, es decir embutido en la pared y la persona solo tendría un hueco en la pared para meter el dedo y apretar el botón, pues bien al poco de estar instaladas se comprobó con estupor que muchas veces rompían la pared también.
Ésto denotaba los niveles de frustración y de agresividad que acumulaban los trabajadores.
Conclusión la sobrecarga muscular no es sólo
o por el trabajo repetitivo, lo es por el estrés que provoca la monotonía del trabajo, el escaso margen, por no decir nulo que tienen los trabajadores de aportar iniciativa en el desempeño de sus funciones.
Así pues es imprescindible prestar atención al estrés que se produce por este trabajo repetitivo, carente de participación o control sobre la tarea que tienen los trabajadores.
Y así fue el resultado de la última formación impartida a trabajadoras de una línea de producción con trabajo repetitivo.