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Lo duro que es decir no

Todos sabemos que muchas veces en nuestra vida tenemos que tomar decisiones importantes, ya sea sobre la vida privada o sobre la laboral.

La semana pasada se me dio una de estas situaciones donde debía decidir a nivel laboral si dedicarme a tiempo completo a un trabajo reglado y tener un beneficio económico mayor o permanecer a media jornada como estoy actualmente, y como opción la incertidumbre de la estabilidad laboral en juego, o la posibilidad de que en cualquier momento quedarse sin trabajo.

Así que ante la duda, ya que la oferta no era del todo mala, y ninguna maravilla tampoco por cierto, pero como digo pedí opinión en mi entorno.

Cada uno que pregunté me dio su punto de vista, pero por lo general todos escogieron la seguridad y jornada completa, los anglosajones tiene una frase para esto “Brain storming” (Tormenta de ideas).

Mi hermana, cuando yo le planteaba mis dudas acerca de la falta de tiempo que tendría para continuar con el yoga y con los cursos de gestión de estrés, me dijo algo muy sincero, en esta ocasión solo tú decides, estás sola.

Y es verdad, estuve sola, y como suelo buscar los pros y contras en todas las situaciones, busqué no centrarme en el problema tal y como lo planteaba la empresa y ver otros puntos de vista.

El optar por la jornada completa como digo me imposibilitaría seguir aprendiendo y creciendo porque cuando uno trabaja 8, 9 o 10 horas, es muy difícil que tengas tiempo para pensar, buscar o crear otros proyectos en los cuales ganar dinero el suficiente para vivir sin sufrimientos a final de mes.

Para pensar hace falta tiempo, y para decidir también.

Desde luego mi economía no está sobrada como para desechar una oferta , pero hace tiempo yo trabajaba 50 horas a la semana, y mi economía poco mejor era que la de ahora, pero desde luego lo que sí era peor era mi estado de salud.

Tuve un momento donde perdí la perspectiva y solo vivía por y para trabajar, comí pensando en el trabajo, dormí soñando con los problemas del trabajo, paseaba algunos fines de semana pensando en problemas del trabajo.

Cuando empecé a practicar yoga, hubo toda una revolución dentro de mí, y la primera vez que fui a un intensivo de 7 días en verano yo estaba tan saturada del ritmo de vida que llevaba que de pronto pensé que otra vida debía ser posible.

Desde aquel entonces, me prometí a mi misma que sería yo quien marcara las pautas, porque cuando la vida me obligó a seguir las pautas de la empresa, me perdí 16 años de vida.

Creo que aquel pensamiento fue el motor del cambio en mi interior, y ahora más que nunca vuelve a mi memoria y a mi piel la sensación de que no puedo volver a vivir solo para trabajar.

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