El otro día en el post anterior comenté que esta pregunta que había leído en el libro “¿Quien se ha llevado mi queso?” Había marcado un antes y un después en mi vida personal y así fue y voy a comentar porqué.
Cuando un amigo me recomendó leer este libro, yo estaba atravesando un momento difícil en mi vida y en mi trabajo. Sabía lo que no quería, pero estaba como paralizada por el miedo a las posibles consecuencias de mis decisiones, y por el miedo al que me juzgaran aquellos que me rodeaban.
Este miedo como digo era paralizante, no me atrevía a imaginar como sería mi vida, sino era la que tenía en aquel momento; mentalmente estaba absolutamente bloqueada.
No me atrevía de manera consciente o inconsciente a imaginar algo distinto, evidentemente porque el imaginarlo suponía tener que aceptar que otras circunstancias eran posibles, y el suponerlo también en aquel momento implicaba que si existían otras circunstancias, era posible optar por ellas.
Cuando leí el libro, volví a estar con este amigo, y me preguntó que tal, que me había parecido.
Entonces le contesté que había una frase que se me había quedado grabada, me había impactado, y fue cuando me preguntó, dime ¿Si no tuvieras miedo que harías?
Fue en ese momento cuando a pesar del miedo pude verbalizar mis deseos de cambiar, de soñar despierta y permitirme a mi misma fantasear con lo que realmente haría si no fuese por el miedo al cambio.
Y ese fue el primer paso para el cambio profundo de mi vida y de mi visión de la misma.
Porque después de haberlo dicho en voz alta, mis propias palabras quedaron resonando en mi cabeza, y poco a poco fueron cobrando vida.
Poco a poco fui preguntándome: ¿Son tan disparatadas mis esperanzas o realmente puedo llevarlas a cabo?
Hasta aquel momento, como la mayoría de la gente supongo, yo había elegido pocas cosas en la vida, me había visto obligada por las circunstancias a afrontar decisiones siempre perentóreas e ineludibles. Tenía un trabajo que yo consideraba que ya había cumplido un ciclo, desde muy joven tuve que trabajar y estudiar simultáneamente, porque las condiciones económicas no me permitieron otra cosa.
Así que comencé a replantearme todo de nuevo, lo que quería hacer, o al menos intentar hacer a partir de ese momento, y desde entonces, la verdad es que estoy encantada.
Por primera vez elegí lo que quería hacer, y lo hice con todas las consecuencias, sabiendo que el cambio podía resultar estrellarse y fracasar; pero elegir supone ser consecuente con lo que uno decide.
Salga bien o mal, quedarse internamente con el gusto de haberlo intentado, y de volver a intentarlo tantas veces como sea necesario. Significaba no renunciar a lo que quería o al menos no hacerlo de antemano.
Te entiendo perfectamente. Hace ya algunos años que estuve luchando contra ese miedo de dejar la seguridad económica, laboral, amical, sentimental…todo esto me bloqueaba y no me dejaba empezar el camino que quería seguir, el camino del gran cambio. Pues, circunstancias de la vida me enseñaron que las cosas hay que hacerlas, hay que lanzarse a la piscina para poder conseguir ser feliz…no es fácil, pero si todo nos lo dieran en bandeja, listo para digerir, entonces, ¿de qué se trataría la vida? Me he sentido muy identificada con tu artículo y me encantó saber que no soy la única que está superando los miedos y está en un franco proceso de cambio.
Namaste.