El otro día antes de comenzar una clase una alumna se acercó, y me dijo que la explicación que había hecho en clase de Vashistasana(plano inclinado lateral), le había sido como una revelación, porque ella cada vez que hacíamos esta asana sufría muchísimo porque tenía que hacer un gran esfuerzo.
Por supuesto le agradecí su comentario, porque siempre es de agradecer que los alumnos te comenten sus opiniones, sean para elogiarte o simplemente para decirte lo que sintieron en una clase.
Después de eso cuando comencé la clase me sentí con ganas de explicar los pequeños detalles que hacen que una asana la sientas diferente, si la enfocas de un modo diferente.
No como una práctica repetida, sino sintiendo esa sutil diferencia que puedes notar cuando haces una pequeña modificación, porque esa modificación también es una modificación a nivel mental.
Tratando de sentir tu cuerpo en cada asana te lleva a una práctica completamente diferente. Te permite observar sensaciones nuevas, estar consciente de todo tu cuerpo en dicha postura y también para ello necesitas estar concentrado en la observación de dichas sensaciones.
Así que les propuse que hicieran paschimotanasana, centrando su mente en la postura y en como estaba su espalda y no en tratar de llegar a sujetar los pies.
Y fue todo un regalo para mí y por sus comentarios cuando terminaron la clase también fue un regalo para ellos.
Es más les dije que era una pena no tener en ese preciso instante una cámara de fotos para que se pudieran ver después de lo bien que lo estaban haciendo, ya no era una asana más, era toda su mente y su cuerpo en una asana.
Fue como digo todo un regalo, que muy pocas veces consigo transmitir a mis alumnos.