Había un cuento sobre un leñador, que cada día se dedicaba a salir al bosque a cortar árboles , pero cada día que pasaba le costaba mucho más esfuerzo el mismo trabajo, por lo que casi desfallecido recurre al anciano de su pueblo y le explica lo que le pasaba.
Entonces el anciano le preguntó, ¿Has parado alguna vez para afilar tu hacha?
¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar.
«He estado demasiado ocupado talando árboles”.
Fue en ese momento que el leñador descubrió que también dentro de su trabajo necesitaba un tiempo para cuidar su herramienta, de lo contrario su esfuerzo sería el doble y su rendimiento la mitad.
De eso se trata dentro de las organizaciones, debemos dar tiempo a los trabajadores para que carguen sus baterías y así su trabajo no sea tan improductivo y costoso.
De nada vale trabajar sin las herramientas adecuadas y con el debido ajuste.
Nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra respiración son nuestras herramientas, y no podemos hacer que funcionen bien si no les dedicamos un tiempo para ponerlas a punto.
Este es un buen momento para poner a punto tus herramientas, no esperes a estar exhausto para hacerlo, porque entonces habrás gastado demasiada energía y recuperarlas será aún más costoso.